A diario se reciben miles de correos o mensajes que nos advierten sobre catástrofes relativamente cotidianas en cuanto a un tema concreto; mensajes que no podemos saber a primera vista si son reales o no, y que se distribuyen por la población, causando la alerta de la población.
Estas noticias, totalmente falsas, tienen el nombre de bulos, y son escritos con el único fin de causar alarma, empleando para este fin ganchos de miedo, ya sean basados en el dinero o en la salud ; su uso se ha disparado con la mejora de las tecnologías, que facilitan su dispersión en cuanto a tiempo y espacio. Son ejemplos de estos engaños el de que el Whatssapp se haría de pago, o que Red Bull contenía veneno, y uno muy reciente es respecto al ébola, en el que se advierte a la población que no se acerquen a determinados hospitales, y la aparición de nuevos casos enfermos en nuestro país.
Llegados a este punto, lo realmente importante es determinar si los mensajes que nos llegan son bulos o no, y no es tarea difícil. Los bulos tienen tres características principales que nos pueden ayudar a reconocerlos más fácilmente: en primer lugar, tienden a ser anónimos y no están firmados; también carecen de fecha de publicación y están escritos con un lenguaje neutral para que puedan seguir circulando el máximo tiempo posible y en el mayor número de países; por último, todo bulo precisa un gancho que capta la mirada del lector y que está creado específicamente para generar miedo y así su difusión a más personas.
En conclusión, debemos ser muy precavidos con lo que nos creemos de la información que nos llega de las redes sociales, para evitar así epidemias de miedo infundidas falsamente por estos mensajes.